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La democracia cristiana es una rama del conservadurismo que tiene sus orígenes en el pensamiento de figuras tales como Jacques Maritain, Emmanuel Mounier o Luigi Sturzo, la doctrina social de la Iglesia católica y la ética social protestante.[1] Es distinto del socialismo cristiano, aunque tienen raíces ideológicas comunes y las dos doctrinas dicen estar influidas por las enseñanzas de Jesucristo.
Esta corriente surgió en el siglo XIX en Europa. En un principio fue condenada por la Iglesia católica —con mayor contundencia por los papas Pío IX y Pío X—, si bien el papa León XIII aceptó la expresión «democracia cristiana» en el sentido de «acción benéfica en provecho del pueblo», condenando en cambio la democracia social, por ser enemiga de la organización por clases sociales, y la democracia política, por afirmar que el poder emana del pueblo.[2] Sin embargo, especialmente tras el Concilio Vaticano II, los postulados democráticos fueron aceptados por la Iglesia y actualmente la llamada democracia cristiana continúa teniendo una fuerte influencia en partes de Europa y Latinoamérica.
Los movimientos demócrata-cristianos no son círculos puros de pensamiento y de doctrina, sino grupos de acción con la aspiración de llevar a la democracia las consecuencias derivadas de los principios filosóficos cristianos, entre ellos la concepción de la historia con una raíz espiritual, no materialista; la primacía de lo moral; la dignidad de la persona; la primacía del bien común y la justicia social.[3]
Los demócrata-cristianos o democristianos colocan a la persona en el centro, principio y fin de toda acción política, tanto en su dimensión espiritual como material, por lo que pregonan «romper con el juego pendular» que llama «mentiroso» de izquierdas y derechas que afirma que responden a una concepción materialista, se autodefine como «de avanzada, moderada, de consenso, de la sensatez o de la racionalidad», por lo que ha sido calificada como de centro,[4] de centroderecha o de centroizquierda en distintos momentos históricos. Mientras en Europa representa al movimiento político de centroderecha dominante, en Latinoamérica los partidos demócrata-cristianos tienden a inclinarse hacia la izquierda.[5]
La equivalencia entre centrismo y conservadurismo propia del democristianismo es la forma mayoritaria de conservadurismo en los países de mayoría católica de Europa continental y América Latina desde el final de la Segunda Guerra Mundial,[6] países donde los partidos conservadores que estaban tutelados por la Iglesia católica evolucionaron —por recomendación de la Iglesia— del integrismo hacia el democristianismo entre las décadas de 1930 a 1950.[6][7][8]
Se definen como un movimiento no confesional, del que no solo los cristianos pueden formar parte, pero todos sus miembros deben «guardar conciencia plena con su ideario».